
Tu visión devendrá más clara solamente cuando mires dentro de tu corazón…Aquel que mira afuera, sueña. Quien mira en su interior, despierta.
Carl Jung
Alguna vez me encontraba haciendo una sesión de Kin Maya y una persona me contaba acerca de sus tropiezos amorosos, principalmente la duda si en algún momento iba a llegar esa persona que la iba a dar felicidad. Le pregunte: ¿Necesitas a alguien para ser feliz? Me contesto, no, pero sí creía en que encontrar esa “media naranja” le iba a permitir estar completa y seguro esto iba a ser una fuente importante de felicidad. En otra lectura de Kin Maya, me encontraba con una persona que tenía la gran duda de dejar o no a su pareja sabiendo que ya no sentía amor por ella. Su principal miedo era que llevaban 7 años juntos y temía no poder soportar la soledad cuando no estuviera esa persona que la acompañó por tanto tiempo.
Venimos solos a este planeta y también nos vamos solos. El camino nos va poniendo compañeros de viaje que marcan nuestras vidas, unos trascendentales como la familia y otros que tal vez ni siquiera recordamos en este momento. Todos cumplen un propósito, no son casualidades como escuché en una película, me gusta llamarlas inevitabilidades. Sin embargo, vivimos en el mundo de samsara, del nacer y morir constante, con lo cual las personas que nos van acompañando en el camino también se van; nuestros seres queridos mueren, cambiamos de pareja, dejamos o nos dejan amistades, nos movemos de residencia, incluso dejamos un antiguo yo por un nuevo yo.
¿Te ha pasado que has sentido dependencia de alguien para sentirte completo? ¿Te has aferrado a un trabajo porque sin ese rol no sabes qué harías con tu vida? ¿Te apegaste a un lugar físico sintiendo que es tu lugar y que si no es ese lugar tal vez no serías feliz? ¿Un sueño de hacer u obtener algo importante es lo que te ha mantenido con vitalidad y propósito día a día? Mi hipótesis es que a todos nos ha pasado alguna de estas situaciones (probablemente todas). Analizando sus causas, considero una razón de fondo y otra de forma: primero, no nos enseñan a conocernos, cultivar el conocimiento interior, conversar con nuestras emociones y pensamientos adecuadamente, a calmar al ego y no dejarse engañar cuando es el quien está actuando, todo lo contrario, nos enseñan a vivir hacía afuera, como hacer todo lo anterior pero con nuestro entorno de personas y lugares. Segundo, no nos enseñan de forma práctica a estar solos, a disfrutar los momentos solos, a buscar esos espacios y aprovecharlos como lo que realmente es, la cita más importante en nuestra rutina. De hecho, de manera peligrosa, nuestra sociedad ha estigmatizado la soledad, a las personas introvertidas y a quienes disfrutan genuinamente de priorizar su tiempo a solas.
Sentirnos completos mediante nuestra conexión interior
Sentirnos completos, sin ausencias, nos llama a una vida esencial. Una vida esencial que nos direccione a estar explorando lo que sucede en nuestro interior, observar el flujo de emociones y pensamientos y vivir desde el corazón. Porque la verdad de nosotros mismos, siempre está en nuestro corazón. Buda menciona “Haz surgir un corazón que no resida en el sonido, el olor, el gusto, la textura ni los dharmas. No residas en ningún objeto externo y haz surgir ese corazón”. Esta enseñanza nos lleva a lo esencial, una persona o lugar, sea quien sea, no va a ser nuestra fuente primordial de felicidad y tranquilidad. Seguiremos dando tropiezos si buscamos afuera las respuestas o soluciones que nos van a llevar a sentirnos en paz con nosotros mismos. Vivir con nuestra esencia es donde reside nuestra propia verdad; confiamos en nosotros, no nos juzgamos, aceptamos quienes somos, vivimos desde lo que sentimos sin ataduras, en definitiva, nos conectamos con nuestro interior y es desde ahí donde se expresa la persona que somos. Esto va más allá si estamos o no en compañía de una relación o ambiente de muchas relaciones, el resultado debería ser igual, disfrutar de tu propia compañía, en una relación sincera donde no domina el ego sino un genuino sentimiento de amor propio, el cual acepta y no juzga quienes somos, conforme seguiremos evolucionando, porque algo certero es que moriremos y ese momento será una oportunidad única de probarnos si comprendimos que la verdad estuvo siempre adentro.
Aprovechar la soledad en el mundo de las formas
La soledad es una bendición y cada vez más nuestro mundo está armado para no permitirnos tener ese precioso momento. Ya no solo son los espacios físicos, sino también el mundo virtual nos ofrecen diversos espacios, ocupando gran parte nuestro interés, energía y tiempo. Puedo asegurar que te ha pasado que de repente hay un momento donde te encuentras en soledad y empieza a subir y bajar una ansiedad entre el pecho y el estómago que te tiene en menos de diez segundos en un celular, televisor, computador, libro, plan, y probablemente viajando en tu cabeza hacia el futuro o al pasado. Desafortunadamente, nos perdemos de un momento de éxtasis, el de estar solos, disfrutar de quienes somos, de contemplar un paisaje, una emoción o un simple café. Cuando logramos esto, es sentir una luz que no le alcanzan las palabras para describir la sensación.
Es el momento de cambiar la forma y el sentido que le damos a nuestros momentos de soledad. Primero, si no tenemos esos espacios, busquemos esos momentos de disfrutar lo que somos, tengamos citas con nuestro ser. Si justamente a eso le temes, a estar contigo mismo, con mayor razón es el momento de “incomodarte” y estar con tu ser; mientras más tiempo pase, más costoso, difícil y complicado será de arreglar y lamentablemente no puedes huir para siempre. Segundo, dale la misma importancia que tendría que te vieras con alguien especial al espacio contigo mismo; ponte en armonía, enfócate en ti, arréglate si te gusta hacerlo (buscar estética en nosotros no debería ser marcado por la sociedad) y ponle toda la presencia y dedicación que tendrías si fueras a reunirte con esa persona especial. Tercero, no etiquetes lo que sucede en ese espacio; lo que suceda ahí será tu momento sagrado, nadie lo va juzgar, eres tú, si salen cosas “buenas” acéptalas, si salen cosas “malas” acéptalas, si salen sueños déjalos volar y si llega la tristeza también déjala que este, esto te permitirá evolucionar en tu conversación interna.
Por último, no es necesario buscar un espacio grandioso para tener ese momento. Lo beneficioso de disfrutar de ti mismo es que comprendes que puede suceder en tu desayuno, yendo en el bus, mientras tomas un café, almorzando, caminando por la calle o estando simplemente echado en tu sofá. Estoy convencido que en lo sencillo y simple radica las mayores gozos humanos.
La soledad es un regalo maravilloso, tan o tal vez más importante que la construcción de relaciones internas es la relación con nosotros. Disfrutemos de nuestra soledad, trabajemos esa relación con la misma exigencia que trabajaría cualquier relación personal o profesional y estemos totalmente presentes con esto que se llama vida.
Namasté
Que interesante, en la soledad podemos escuchar nuestra voz sino que el ruido externo e interno no nos deja en muchas oportunidades. Te felicito. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Totalmente, la soledad es mágica, pacífica y reconfortante.
Me gustaMe gusta