Keep going…difficult roads leads to beautiful destinations
Zig Ziglar
Antes de explayarme con estas reflexiones, quiero mencionar que solo un mes en India, está lejos de ofrecerte una mirada profunda, integral y balanceada del país. Así que compartiré desde mi apreciación, conversaciones, experiencias y sentimientos, pero sin dudas un país con este tamaño e historia necesitaría años para decir que lo has comprendido.
Para las personas más visuales y turísticas las invito a seguir la cuenta de Instagram @tierrainspira, la cual contiene una publicación por cada ciudad que recorrimos. Y si quieren datos prácticos, es solo que me pregunten y les puedo compartir un documento con todos los enlaces que nos asesoraron en nuestro viaje en India.
En total conocimos seis ciudades del Norte de India, en cuatro de las seis fueron recorridos con mucha cultura, museos, paisajes, así como de caos urbano: Nueva Delhi, Agra, Jaipur –estas conforman el famoso triángulo dorado– y posteriormente Jodhpur (la ciudad azul). En la segunda parte cambiamos de chip, tuvimos un viaje de 26 horas hacia el norte de India a las Praderas del Himalaya (Himmalach Pradesh) –a conocer Dharamsala– y, por último, uno de 12 horas a Rishikesh, la capital internacional del Yoga, lugares muy conectados con la espiritualidad. Dharamsala es el lugar del exilio del Tibet después de la ocupación China, donde vive el Dalai Lama, allí tuvimos la fortuna de asistir a sus enseñanzas abiertas durante tres días y se respira budismo por doquier. Rishikesh, a su vez, cuenta con Ashram (lugares de meditación y enseñanza hinduista) en cada esquina para meditar y hacer yoga todos los días, algo muy enriquecedor durante nuestra instancia buscando una conexión interna.
Muchas personas que conocieron India me dijeron: a India la amas o la odias. Después de un mes en India, puedo afirmar con seguridad que llegas a amar India, su gente, su cultura y su comida. Eso sí, te va incomodar mucho: te va incomodar que no puedes caminar tranquilamente, el pito de los autos todo el tiempo, ver basura, caos, habitantes de la calle, entre otras. Luego, pasan los días en este espectacular país y comienzas a comprender, adaptarte y, por último, a sentir compasión hacia su gente.
Si le das la vuelta a tu cabeza, respiras profundo y miras la realidad de otra forma –algo clave en cualquier situación incómoda que enfrentamos como seres humanos–, la India en tan solo un mes es una maestría de humildad, sencillez y agradecimiento con la vida. En una conversación clave con Cheska, concluimos cómo el paisaje es un estado de ánimo, cuando cambiamos el chip vimos un país con mucha belleza y hoy nos vamos contentos de habernos atrevido a vivir de cerca India, no estando en una burbuja sino desde sus calles, sus buses, sus trenes, en definitiva su cultura.
Humildad:
El segundo país más poblado del mundo te muestra en sus calles cómo somos tantos seres humanos en este planeta, que parece hasta ridículo que caigamos en la trampa de creernos más o mejores que otras personas por cosas como el rótulo de un cargo profesional, la educación, los logros, el dinero o la supuesta inteligencia o conocimiento.
Desde un sentir profundo, me fui convencido de que la mayoría de las personas en India son bondadosas, nobles y serviciales. Tienen un corazón puro y transparente, cuando te quitas el velo de los prejuicios te das cuenta de cuanta nobleza hay. Desde nuestra mirada occidental, piensas como tal vez son infelices o amargados por no contar con riqueza material, pero te encuentras con todo lo contrario. Ahí me conecte con la humildad, humildad entendida desde que todos somos humanos, terrenales, con aciertos y defectos, somos lo mismo, por ende, solo deberíamos tener amor, cuidado y buenos pensamientos hacia las otras personas, porque en definitiva somos lo mismo.
Parafraseando al Dalai Lama él dice: “cuando nacemos somos dependientes de nuestros padres, cuando morimos somos dependientes de otras personas para que nos cuiden. Nos cuidan al inicio y al final de nuestra vida, ¿por qué no somos capaces de cuidar y servir a otros durante la vida?”. Muchas personas en India me mostraron que no hay excusas para vivir desde esa energía. No creo que sea casualidad que en esta tierra nacieron y lucharon –desde esa energía personas como Mahatma Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta.
Sencillez:
En India, la vaca es sagrada y existe una cultura de vegetarianismo: no encuentras carne y las cartas en los restaurantes abundan de comida vegetariana diversa, deliciosa y barata. La industria del licor la vez poco, de hecho casi todos los sitios que fuimos no vendían trago. Las construcciones generalmente cuentan con lo necesario para habitar, pero nada muestra mucha cosa ostentosa y, por último, la vestimenta entre tanta gente pasa a ser algo sin relevancia. Es un viaje diferente, que te lleva a cuestionarte cómo nos llenamos de tantas cosas las cuales llamamos comodidades y realmente son lujos. Te das cuenta cómo para ser feliz no necesitas cosas materiales y, como alguna vez leí, las cosas que te hacen feliz no necesitan dinero: amar, compartir con seres queridos, sexo, caminar, reír… Visto desde ahí, disfrutas de probar otras comidas, te das cuenta que el cuerpo se siente bien al no comer carne, no beber licor, vivir sin tanto apego a lo material y estar enfocado en la experiencia de aprendizaje.
Sus destinos turísticos están llenos de historia y estética. La estética nos cautivó porque desde nuestra mirada es menos ostentosa que las clásicas europeas y estadounidenses, sin embargo, con mucho estilo, detalle y variedad. Este tema nos llevaba a pensar que desde las formas podemos tener nuestra casa, nuestro entorno con toda la belleza y armonía necesaria para estar bien, pero no es necesario llenarnos de cosas que le dan “más belleza a un lugar”.
Agradecimiento:
La gratitud debería ser uno de los sentimientos obligatorios cada mañana. El simple hecho de estar vivos, poder respirar y hacer de nuestro día lo que deseemos, ya es un enorme privilegio. Si le sumas ser afortunado en contar con vivienda, comida y un baño, ¡eres millonario!
De India te vas con una actitud de servicio hacia los más necesitados. India tiene 70,6 millones de personas en extrema pobreza, es decir, aproximadamente toda la población de Colombia y Chile, y definitivamente lo ves en las ciudades, lo ves en las calles. Te impacta como cada día en cada momento hay niñas, niños, madres con recién nacidos descalzos entre la mugre y con rasgos de desnutrición. Por coincidencias de la vida, nuestra instancia en India estuvo acompañada en la agenda internacional de la imagen de Greta y la fuerte visibilización de la crisis climática, donde justo este país tiene 14 de las 15 ciudades con peor calidad del aire en el mundo.
Cuando pensaba en estos datos y estaba observando un poco de esa realidad, me convencí de darme fuertes auto-regaños al momento de quejarme por algún defecto o posible carencia material. Al contrario, solo me refuerza el compromiso de servirle a este planeta que tanto lo necesita. Puede parecer imposible superar la pobreza de un país como India, pero como dijo Buda: “Acciones pequeñas negativas pueden quemar una montaña como hacen las cenizas, acciones pequeñas positivas pueden llenar un recipiente enorme como las gotas de agua”. Este viaje me sigue reafirmando seguir por el segundo camino.
India lo llame el país de los contrastes. El país con una religión armoniosa, como dijo el Dalai Lama en su discurso, personas con alta calidad humana, multicultural, multilinguístico, hermoso en sus paisajes, vegetariano pero con muchos desafíos (nada desconocidos a los que tenemos en Latinoamérica) de pobreza y contaminación. Todo esto, me lleva a invitarte a que te des la oportunidad de venir a conocerlo, vivir la experiencia y seguir reflexionando. Preciso me despido con una de las palabras sabias de esta tierra…
Namasté