La belleza que hay en la muerte

“Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran”

José Saramago

No es usual que nos preparen para aceptar la muerte. Un hecho inevitable, certero y seguro en esta existencia. Al contrario, la muerte en muchas ocasiones está asociada al sufrimiento y el dolor. Ahora, se imaginan ¿Qué todo fuera eterno? ¿Qué nunca terminara esta vida para las personas, animales, los momentos, proyectos, etapas, etc.?  Es probable que perderíamos la belleza del momento, porque cuando tenemos grandes momentos de felicidad en nuestra vida es porque sabemos que son únicos e irrepetibles.

La base de la enseñanza de Buda fue la existencia de “Dukkha” que traducido significa algo como sufrimiento, insatisfacción, impermanencia. Explica que todos sufrimos, principalmente por el deseo o apego a las cosas; queremos controlar nuestra vida y por ende anhelamos tener el poder de decidir cuando algo se acaba. Sin embargo, el universo no funciona de esa forma, todo nace y muere porque todo cambia, en consecuencia sufrimos por no aceptar y comprender esa realidad.

Es por esto que entender esta enseñanza no solo nos permite aceptar la muerte, mejor aún, nos ayuda a ver la belleza que hay en ella. Sin ella no tendríamos la capacidad de valorar lo que vivimos constantemente desde lo simple de despertarnos y vivir un día, hasta el tiempo compartido con un ser querido. Tal vez por eso es que somos arrogantes con el tiempo, las personas y las cosas que vivimos; porque no tomamos conciencia que estás perecen o puede que no vuelvan, entonces no cedemos al orgullo de perdonar a un ser querido, de cambiar una conducta, aceptar un error, ser humildes y tantas cosas más.

Por esta razón, ver la muerte desde otra perspectiva podría llevarnos a ver la belleza que está tiene. He perdido seres queridos, me ha dolido y me ha costado aceptarlo. Cuando miro sucesos como esos, considero que si ese dolor lo cambiamos por amar el tiempo vivido junto a esa persona, agradecer lo aprendido (lo bueno y lo malo), reír y llorar en los momentos importantes; nos llevaría a sentir de una forma diferente cada cosa que vivimos y posiblemente fortalecería nuestra capacidad de vivir en el presente.

Es frase de cajón pero nos cuesta entenderla “el pasado ya pasó y el futuro no ha llegado” entonces ¿cuál es el único momento que tenemos?

Entonces viviríamos con más amor y menos odio, siendo menos violentos e individualistas. Comprenderíamos que estamos conectados a todos los seres y el planeta, no perderíamos el tiempo en la envidia, la ira y el egoísmo; florecería de nosotros más empatía, compasión y sentido colectivo por todo nuestro entorno.

Namasté

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